sábado, 7 de mayo de 2016



PALMARES



M
aría Villalobos Sancho fue nieta de Pío Villalobos Quesada, el cual fue el primer explorador del suelo ramonense en compañía de José Manuel Cabezas en 1840.  Estas condiciones son relatadas por Ángela Quesada (1996) en los siguientes términos:

“Con el fin de agrandar la conquista de la montaña y ocultar las siembras de tabaco, que en la época colonial era prohibida, nuestros precursores Pío Villalobos y los hermanos cabezas que está asentados en la Villa de Palmares, traspasan La Cima, cordillera que divide los dos pueblos, y avanzan por la tupida selva abriéndose paso, usando toscas herramientas.  El clima y la tierra son propicios para sus ideales, y dan comienzo a las siembras buscando lugares que resulten más ocultos al paso del viajero.

Y con los agricultores llenos de esperanza y de fe vienen sus familias. Levantan ranchos, cuidan animales domésticos y cultivan granos para su alimentación.

Las entrañas de la selva virgen de nuestra tierra se van abriendo poco a poco, y en los claros de los bosque el sol entra libremente para iluminar y calentar a los primeros hombres de la colonia.  Son nuestros pobladores los reyes en su propio reino, duelos absolutos de lo que desmontan y trabajan. (p. 5)”.

Pío hizo un importante legado a la comunidad ramonense, pues los terrenos en que actualmente se hallan la Iglesia y el parque, eran de su propiedad y los cedió gustosamente para el beneficio del pueblo de San Ramón, del que aparece como uno de sus fundadores en 1844 (Rafael Lino Paniagua, en su Historia de San Ramón de 1943, reeditada en 2002, p. 41). 

Años más tarde Pío Villalobos construyó “sendos trapiches. Tosca la maquinaria y las mazas de madera dura, cilíndricas por los golpes dados en plena montaña ante la naturaleza que tenía palpitaciones de virgen y odorancias de orquídeas”. “Las necesidades obligan a los hombres a crear.  Traen los rizomas de caña dulce y los señores Pío Villalobos y Lucas Elizondo construyen en 1844, un trapiche con mazas de madera” (Quesada, ídem, p. 6).  Para Moncada (ídem) “cada uno por su cuenta” construyó uno (p. 18).

En todo caso, Pío Villalobos es identificado siempre como un explorador natural.  Cuando se revisan los relatos históricos, se le encuentra al mando de expediciones a tierras internas y desconocidas del país.  Por ejemplo en 1850 se le encuentra buscando un camino entre Puntarenas y Sarapiquí.  En ese mismo año se le reporta como uno de los descubridores del Río San Carlos.  En tal proceso, nombres como el de Procopio Gamboa Rodríguez y el de Ramón Rodríguez, también aparecen en tales listas (Quesada, 1986, pp. 12-13).



Tradicionalmente se ha explicado que los mismos andaban en busca de repastos para el ganado, así como de tierras fértiles para la agricultura.  No obstante, los historiadores esgrimen una serie de argumentos disímiles sobre las verdaderas motivaciones de los exploradores.

“Por aquellos tiempos, el tabaco era monopolio del Estado, de manera que quien quería cultivarlo tenía que ir a lo más profundo de las selvas y a lo más bravío de las montañas para dedicarse a este contrabando. Verdaderos “pioneros” del adelanto en que hoy se encuentran Palmares y san Ramón, estos viejos Antiguos de alma fértil en recursos y espíritus sin desmayos traspusieron las serranías, y con morral lleno de carne salada y plátanos maduros, vivaqueaban en lo más profundo de los bosques en espera del amanecer que señalaría la tierra buena…” 

Carlos Zamora Hernández (en la Historia de Palmares, 2000) habla también de que los terrenos fueron un pago de deuda de parte del Gobierno a José María Alfaro, quien vendió los terrenos a precios bajos a vecinos de Heredia y Alajuela, quienes lo adquirieron ante las posibilidades de un futuro más promisorio.

La hipótesis de Guiselle Urpí, gira más al orden de la huida de judíos semipracticantes, lejos de los tentáculos de la iglesia Católica, que en realidad no tenía un peso y un carácter tan pronunciados como se insinúa tradicionalmente.  Otros historiadores han hablado de desórdenes en el plano moral como origen de estos desplazamientos, pero los mismos han sido  achacados usualmente a los moradores de San José, Desamparados y Aserrí.

Sin embargo, posteriormente fueron denunciados y huyendo de la justicia se afinaron a orillas del Río Grande.  Sin embargo, el jefe Estado de Costa Rica, José María Alfaro les perdonó y les dio facilidades para el establecimiento de una Villa que con el correr de los años se convertiría en el san Ramón actual. 

En estas circunstancias debe asumirse  que muchos de ellos se encontraban emparentados con el gobernante, por lo cual han debido haber obedecido otros motivos de peso en las decisiones de Alfaro.

Carlos Zamora retoma las ideas de María Pérez y de Yamileth González, quienes establecen las motivaciones de estos primeros pobladores en los siguientes términos:

1888          Campesinos presionados por el proceso de expansión de la frontera agrícola
1889          Posibilidad de sembrar tabaco en forma clandestina en tierras alejadas
1890          Búsqueda de bosques y selvas de maderas preciosas (caoba y cedro)
1891          Los denuncios de baldíos y la compraventa de tierras como forma de comerciar y enriquecerse.

Como se nota los motivos son dispersos, lo que motiva a entender que los criterios y decisiones reales de los pobladores y colonizadores de las zonas de Palmares y San Ramón, fueran cuales fueran, marcaban una división con los núcleos tradicionales, fundados con cercana anterioridad a las fechas en que se buscó fortuna en estos espacios.

Frecuentemente al revisar la historia de ambos pueblos, se encuentran los mismos nombres y apellidos.  Para los efectos de este documento Pío Villalobos y los Rodríguez Solórzano son los que más peso tienen.

Cuenta Zamora (ídem, pp.12-13) que:

“las viviendas eran construidas con madera redonda, rajada en astillas o simples ranchos pajizos, con techos cubiertos con palma real y piso de tierra.  Entre las mayores dificultades de esta primera etapa estuvo la falta de puentes y caminos para comunicarse con los pueblos del interior, teniendo que viajar por entre los bosques, expuestos a mil peligros y obligados a atravesar ríos caudalosos”.

Pese a esto San Ramón logró incrementar su nivel de desarrollo a mayor paso que Palmares, ello obligó al segundo a supeditarse al primero en los aspectos civiles y religiosos desde 1844.

La pobreza de Palmares queda expuesta en las siguientes líneas también de Zamora:

“En general el pueblo era sucio y pobre, mientras que las viviendas, simples ranchos de paja y muy pocas eran de madera.  Se cocinaba en fogones de leña, la gente se bañaba una vez a la semana, no había azúcar refinada y para endulzar se recurría a las tapas de dulce. 

La mayoría de las familias tenían por lo menos una vaca, para el consumo de leche y el trueque de productos era de uso normal.  De este modo a principios del siglo XX el centro de Palmares no pasaba de ser un caserío desordenado y muchos de estos ranchos se encontraban obstaculizando las calles públicas” (p.14).

Las posibilidades de crecimiento de esta zona se incrementaron con el aumento decidido en la siembra del tabaco, que ya organizado y sin impedimentos estatales, encontró en Palmares las condiciones ideales para su mantenimiento.

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