PALMARES
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Villalobos Sancho fue nieta de Pío Villalobos Quesada, el cual fue el primer explorador del suelo
ramonense en compañía de José Manuel Cabezas en 1840. Estas condiciones son relatadas por Ángela
Quesada (1996) en los siguientes términos:
“Con el fin de agrandar la conquista de la
montaña y ocultar las siembras de tabaco, que en la época colonial era
prohibida, nuestros precursores Pío Villalobos y los hermanos cabezas que está
asentados en la Villa de Palmares, traspasan La Cima, cordillera que divide los
dos pueblos, y avanzan por la tupida selva abriéndose paso, usando toscas
herramientas. El clima y la tierra son
propicios para sus ideales, y dan comienzo a las siembras buscando lugares que
resulten más ocultos al paso del viajero.
Y
con los agricultores llenos de esperanza y de fe vienen sus familias. Levantan
ranchos, cuidan animales domésticos y cultivan granos para su alimentación.
Las
entrañas de la selva virgen de nuestra tierra se van abriendo poco a poco, y en
los claros de los bosque el sol entra libremente para iluminar y calentar a los
primeros hombres de la colonia. Son
nuestros pobladores los reyes en su propio reino, duelos absolutos de lo que
desmontan y trabajan. (p. 5)”.
Pío hizo un
importante legado a la comunidad ramonense, pues los terrenos en que
actualmente se hallan la Iglesia y el parque, eran de su propiedad y los cedió
gustosamente para el beneficio del pueblo de San Ramón, del que aparece como
uno de sus fundadores en 1844 (Rafael Lino Paniagua, en su Historia de San
Ramón de 1943, reeditada en 2002, p. 41).
Años más tarde Pío Villalobos construyó “sendos
trapiches. Tosca la maquinaria y las mazas de madera dura, cilíndricas por los
golpes dados en plena montaña ante la naturaleza que tenía palpitaciones de
virgen y odorancias de orquídeas”. “Las necesidades obligan a los hombres a
crear. Traen los rizomas de caña dulce y
los señores Pío Villalobos y Lucas Elizondo construyen en 1844, un trapiche con
mazas de madera” (Quesada, ídem, p. 6).
Para Moncada (ídem) “cada uno por su cuenta” construyó uno (p. 18).
En todo caso, Pío
Villalobos es identificado siempre como un explorador natural. Cuando se revisan los relatos históricos, se
le encuentra al mando de expediciones a tierras internas y desconocidas del
país. Por ejemplo en 1850 se le
encuentra buscando un camino entre Puntarenas y Sarapiquí. En ese mismo año se le reporta como uno de
los descubridores del Río San Carlos. En
tal proceso, nombres como el de Procopio
Gamboa Rodríguez y el de Ramón Rodríguez, también aparecen en tales listas
(Quesada, 1986, pp. 12-13).
Tradicionalmente se
ha explicado que los mismos andaban en busca de repastos para el ganado, así
como de tierras fértiles para la agricultura.
No obstante, los historiadores esgrimen una serie de argumentos disímiles
sobre las verdaderas motivaciones de los exploradores.
“Por aquellos tiempos, el tabaco era
monopolio del Estado, de manera que quien quería cultivarlo tenía que ir a lo
más profundo de las selvas y a lo más bravío de las montañas para dedicarse a
este contrabando. Verdaderos “pioneros” del adelanto en que hoy se encuentran
Palmares y san Ramón, estos viejos Antiguos de alma fértil en recursos y
espíritus sin desmayos traspusieron las serranías, y con morral lleno de carne
salada y plátanos maduros, vivaqueaban en lo más profundo de los bosques en
espera del amanecer que señalaría la tierra buena…”
Carlos Zamora
Hernández (en la Historia de Palmares, 2000) habla también de que los terrenos
fueron un pago de deuda de parte del Gobierno a José María Alfaro, quien vendió
los terrenos a precios bajos a vecinos de Heredia y Alajuela, quienes lo
adquirieron ante las posibilidades de un futuro más promisorio.
La hipótesis de
Guiselle Urpí, gira más al orden de la huida de judíos semipracticantes, lejos
de los tentáculos de la iglesia Católica, que en realidad no tenía un peso y un
carácter tan pronunciados como se insinúa tradicionalmente. Otros historiadores han hablado de desórdenes
en el plano moral como origen de estos desplazamientos, pero los mismos han
sido achacados usualmente a los
moradores de San José, Desamparados y Aserrí.
Sin embargo,
posteriormente fueron denunciados y huyendo de la justicia se afinaron a
orillas del Río Grande. Sin embargo, el
jefe Estado de Costa Rica, José María Alfaro les perdonó y les dio facilidades
para el establecimiento de una Villa que con el correr de los años se
convertiría en el san Ramón actual.
En estas
circunstancias debe asumirse que muchos
de ellos se encontraban emparentados con el gobernante, por lo cual han debido
haber obedecido otros motivos de peso en las decisiones de Alfaro.
Carlos Zamora retoma
las ideas de María Pérez y de Yamileth González, quienes establecen las
motivaciones de estos primeros pobladores en los siguientes términos:
1888
Campesinos presionados por el proceso de
expansión de la frontera agrícola
1889
Posibilidad de sembrar tabaco en forma
clandestina en tierras alejadas
1890
Búsqueda de bosques y selvas de maderas
preciosas (caoba y cedro)
1891
Los denuncios de baldíos y la compraventa de
tierras como forma de comerciar y enriquecerse.
Como se nota los
motivos son dispersos, lo que motiva a entender que los criterios y decisiones
reales de los pobladores y colonizadores de las zonas de Palmares y San Ramón,
fueran cuales fueran, marcaban una división con los núcleos tradicionales,
fundados con cercana anterioridad a las fechas en que se buscó fortuna en estos
espacios.
Frecuentemente al
revisar la historia de ambos pueblos, se encuentran los mismos nombres y
apellidos. Para los efectos de este
documento Pío Villalobos y los Rodríguez Solórzano son los que más
peso tienen.
Cuenta Zamora (ídem,
pp.12-13) que:
“las viviendas eran construidas con madera
redonda, rajada en astillas o simples ranchos pajizos, con techos cubiertos con
palma real y piso de tierra. Entre las
mayores dificultades de esta primera etapa estuvo la falta de puentes y caminos
para comunicarse con los pueblos del interior, teniendo que viajar por entre
los bosques, expuestos a mil peligros y obligados a atravesar ríos caudalosos”.
Pese a esto San Ramón
logró incrementar su nivel de desarrollo a mayor paso que Palmares, ello obligó
al segundo a supeditarse al primero en los aspectos civiles y religiosos desde
1844.
La pobreza de
Palmares queda expuesta en las siguientes líneas también de Zamora:
“En
general el pueblo era sucio y pobre, mientras que las viviendas, simples
ranchos de paja y muy pocas eran de madera.
Se cocinaba en fogones de leña, la gente se bañaba una vez a la semana,
no había azúcar refinada y para endulzar se recurría a las tapas de dulce.
La
mayoría de las familias tenían por lo menos una vaca, para el consumo de leche
y el trueque de productos era de uso normal.
De este modo a principios del siglo XX el centro de Palmares no pasaba
de ser un caserío desordenado y muchos de estos ranchos se encontraban
obstaculizando las calles públicas” (p.14).
Las posibilidades de
crecimiento de esta zona se incrementaron con el aumento decidido en la siembra
del tabaco, que ya organizado y sin impedimentos estatales, encontró en
Palmares las condiciones ideales para su mantenimiento.
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