martes, 4 de noviembre de 2014




CAPÍTULO I

ESTUDIO E INVESTIGACIÓN DE HERÁLDICA

Y GENEALOGÍA EN COSTA RICA




El estudio de la genealogía familiar es esencialmente complejo.  No solo involucra larguísimas horas de labor, de búsqueda, de equivocaciones o de falsas ilusiones.  Se puede trabajar horas en una línea familiar que se cree correcta, y al cabo de las mismas descubrir que era simplemente una errónea expectativa.


Involucra recopilar volúmenes importantes de documentación que procede de diversas fuentes.  El recurso de poder fotocopiar muchos de estos materiales, no solo afecta el bolsillo, sino que en un momento determinado  se transforma en un caudal de informaciones que se hacen difíciles de asimilar. 

Luego de largas horas se identifican algunos nombres que se iban recordando, pero que al final nada tenían que ver con la rama o familia que se estaba buscando.  Solamente habían quedado allí como retazos de una lectura anterior, o peor, de una de esas búsquedas abortadas con anterioridad.

Dar el trabajo por terminado, también es complejo: Nunca se ha hecho lo suficiente y siempre queda labor pendiente.  Al darse cuenta, pueden ser ya las tres de la mañana.  Problema es cuando esto va pasando varios días seguidos.

La búsqueda empieza normalmente desde casa.  Preguntas a los parientes mayores, y de estos a sus parientes todavía más mayores.  A esta fase vale la pena dedicarle mucho tiempo.  Muchas veces la memoria y el cansancio de los años pueden generar lagunas de las que habrá que esperar para drenar.  Normalmente al cabo de un rato recordarán con absoluta lucidez personas, lugares y hasta fechas.  Pero para eso se necesita calma.

Luego vendrá la fase de cotejar.  Búsquedas interminables en archivos. Un posible matrimonio ocurrido entre un rango de años específico, lanza una inferencia de la posible edad de cada uno en esos libros amarillos cubiertos por el paso del tiempo.  Afortunadamente en tiempos anteriores la iglesia Católica había tomado la previsión de catalogar a los fieles según fechas de nacimiento, defunción o de administración de sacramentos.  Asimismo se adjuntan referencias de lugares en donde sucedían estos eventos.  De este modo si se sabe por ejemplo que una persona se casó en Heredia en 1712, se busca en los archivos eclesiásticos de matrimonios.  Allí aparecerán con seguridad sus padres y su proveniencia geográfica.  Por ejemplo Cartago.  Esto sugiere buscar en el registro de bautizos a cada uno de los padres de la persona que se había empezado a localizar unos 35 ó 40 años antes del matrimonio de sus hijos.  Si por ejemplo no se encontrara con facilidad, puede hacerse este intento a partir de los libros de matrimonios.  La boda debió ocurrir 20 ó 25 años antes de esa fecha. 

Luego empezarán a aparecer nuevos problemas. Por ejemplo la fecha de fundación de la Parroquia.  Si bien es cierto que se tiene la idea de que los desplazamientos ocurrían desde los centros principales de las que serían después las cabeceras de provincias, existen lugares específicos donde la historia que se busca se esconde.  La idea de que venían de Cartago esos antepasados, tal vez no sea exacta.  Tal vez en realidad vinieron a Heredia procedentes de Ujarrás, de Cot o de Turrialba.  Si eso pasa, se enfrenta un bache complejo de superar.  Los manuscritos coloniales, mezcla de letras extrañas, faltas de ortografía (conforme a los modelos actuales), la destrucción parcial (cuando hay suerte y no es total) de los documentos, el añejamiento del tiempo sobre las mismas, serán azares que harán la aventura más emocionante y compleja de resolver.

De esta manera se participa en el surgimiento de nuevos abuelos, un proceso a la inversa de la cadena de la vida.  No obstante esto involucra la interminable secuencia de múltiplos: de los padres (2), aparecen los abuelos (4), luego los bisabuelos (8), tatarabuelos (16) y empiezan los ordinales: quintos abuelos (64), sextos abuelos (128), sétimos abuelos (256), octavos abuelos (512), novenos abuelos (1.024) y la historia seguirá, mientras haya historia en la cual buscar.

Por eso, cuando empiecen a aparecer apellidos en esta memoria que no le sean familiares, no se asuste, en realidad son abuelos quintos, sextos, sétimos etc.  Apellidos como Solano, Ocampo Golfín, Chaves, Alfaro, De las Alas, Salazar, Ramiro-Corajo, Velázquez y cientos más sí tienen relación con esta historia que se trata de contar y de rescatar.  Tal vez no coincida con los Rojas, Gamboa, Otárola, Guzmán, Umaña, Arias, Ulate y Villalobos que esperaba encontrar.  Pero de eso se trata este proyecto, de mostrar de dónde surgieron para llegar a ser su descendencia en la época presente.  Del resto se encargarán los descendientes.

En esta labor, sin embargo se topa usualmente con dificultades como las que Hernán Fuentes Baudrit (Nº 23 de la Revista de la ACCG, p.276) presenta cuando refiere a que muchas veces se dan confusiones de homónimos (nombres y apellidos iguales aunque referidos a personas y épocas diferentes).  También suceden con frecuencia complicaciones al atribuir padres equivocados a hijos que no le corresponden o bien la omisión de los mismos.

Aparecerán nuevos elementos sorpresa.  Tal vez se inició con la idea de que la familia era humilde y sencilla y resultó descender de una de las más prestigiosas de la colonia.  Podría pasar a la inversa, creerse que se descendía de líneas dinásticas de rancia aristocracia, y descubrirse una abuela negra o indígena que no se esperaba.  Tal vez la tatarabuela resultó hija natural o amante de varios señores conquistadores a los que les procreó varios hijos.  Tal vez eso no fue lo que la abuela contó cuando hablaba de la moral intachable de la señora, pero es la verdad que aparece producto de esta investigación.  No implica que haya pasado en este proceso, pero es una variable imprevisible que puede manifestarse perfectamente.

De momento se tratará de hacer este complejo proceso más sencillo de entender.  Aunque a esta altura existe un conocimiento bastante elaborado de los sistemas para la recolección de información de este tipo (formato de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, el seguido por investigadores como Monseñor Víctor Manuel Sanabria, Rafael Obregón, Vinicio Fournier), el de los miembros de la Iglesia de los Santos de los últimos Días y hasta los más modernos que se pueden encontrar en Internet) se ha optado por buscar una forma sencilla y poco tecnificada de hacer llegar estos registros con la mayor facilidad posible.  Se hará una mezcla de notas biográficas, fotografías, y desgloses genealógicos tratando de respetar una cronología; aunque de antemano se aclara que en esto existe una imposibilidad técnica para lograr este objetivo.  Por un lado los cruces simultáneos entre las mismas familias.  Por el otro, que para dar seguimiento de las ramificaciones a partir de los abuelos, debe renunciarse a un orden particular. 
A la altura de la época de la conquista y de la colonia, los troncos fundadores están sumamente mezclados entre sí y la cantidad de personas involucradas es sumamente  alta.  A este fenómeno se le denomina como de relaciones endogámicas. Por ello se tratará de marcar etapas específicas mediante la agrupación por líneas familiares hasta donde esto sea posible.  De esta manera el lector podrá ir dando seguimiento a la cantidad de información que se presenta.  Asimismo se irá haciendo una incorporación parcial de fragmentos del árbol genealógico general que por sus inmensas dimensiones se hace imposible de presentar por líneas completas.  En una versión electrónica podría suministrarse el mismo a fin de hacer búsquedas mediante la utilización de la función propia (‘find”)  en el programa “Excel” que facilita este trabajo.  De hecho este tipo de recurso ha permitido la inclusión de todos los datos, ante las dificultades de disponer una copia en papel del mismo (cosa que sinceramente se ha intentado) y a la cantidad de personas y familias, lo que imposibilita tenerlas en mente en todo momento.

Un consejo de oro de Mauricio Meléndez para todos los interesados en este tema:

“En realidad, más importante que probar nobleza, hidalguía y blasones de una familia (como han hecho muchos antiguos genealogistas), es conocer qué hicieron sus antepasados, cómo vivieron y de qué manera contribuyeron al desarrollo de las naciones”.

Esa ha sido en realidad la meta que espera alcanzarse.  Se ha investigado la vida de estos antepasados, sus logros, sus aciertos y sus errores.  En algunos dará vergüenza descubrir que eran esclavistas o tratantes de negros, en otros dará orgullo que se les reconozca como pacificadores importantes de la colonia.  Lo verdaderamente trascendente es haber descubierto que se trató de personas que vivieron su momento y su vida con la mayor intensidad que fue posible.  Que su legado es esta generación. Que cada uno y cada una luchó por lo que creyó correcto, y que aunque pudieron haber errores, nadie ha nacido que no los haya cometido.  La etapa de la conquista y de la colonia sobre todo está manchada de injusticias, no obstante no es el fin del proyecto proceder a censuras ni enmiendas.  La idea es disfrutar de semblanzas y anécdotas, pero sobre todo preservar este invaluable tesoro para las futuras generaciones y no permitir que la información recopilada muera.  En el momento en que esos hombres y mujeres son recordados, vivirán en las páginas del presente.

También de Mauricio Meléndez se incorpora un texto procedente de su columna electrónica en el periódico La Nación digital donde existe una sección de consulta electrónica sobre apellidos y familias de Costa Rica.  La mayoría de las notas de este académico provendrán de esa fuente, por lo cual el registro adecuado de estas informaciones será difícil.  El texto que se presenta se refiere precisamente a las salvedades que en el país deben hacerse cuando se tratan estos temas y a las consideraciones ignoradas por la mayoría de los ticos en torno a la procedencia de sus antepasados:

 “Orígenes comunes
La colonización de Costa Rica empezó tardíamente (1561) y debido a su posición periférica de poca importancia fue relegada por las autoridades coloniales españolas. Por eso, muchos de los primeros pobladores de origen europeo procedían de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua (colonizados por los españoles varias décadas antes), aunque también llegaron peninsulares que buscaban mejorar su posición social.

El desconocimiento y rechazo de las raíces compartidas, entre otros motivos, impidió que se formara una comunidad centroamericana unida y solidaria.

El discurso oficial ha promovido -y promueve todavía- la idea equívoca de que Costa Rica es una especie de isla, con un presente excepcional y con un pasado igualmente excepcional, diferente del de sus vecinos. Nada más alejado de la realidad, pues Costa Rica no puede abstraerse de un típico pasado como el de cualquier región latinoamericana, lleno de opresión y dolor (desde 1492) y con una amplia capacidad sincrética. Verdaderamente, son más los elementos que la acercan a los demás países del istmo que los que la alejan.

Además de las relaciones  político-económicas, las familias centroamericanas están unidas por lazos de sangre que se pierden en el pasado colonial y que, curiosamente, se están volviendo a estrechar con los miles de desplazados de guerra que buscaron refugio, en las dos últimas décadas, en otros países del área, en donde se casaron y formaron nuevas familias.

Se debe aclarar que no todas las personas con un mismo apellido tienen necesariamente idéntico origen, pues debe recordarse que también llegaron personas de distintos lugares con apellidos iguales. Para los casos en que ingresaron al país hace siglos, la única forma de averiguar con exactitud la procedencia es investigando en las fuentes primarias costarricenses: el Archivo Eclesiástico de la Curia Metropolitana, el Archivo Nacional de Costa Rica, el Registro Civil y los archivos parroquiales”.





No hay comentarios:

Publicar un comentario